Hace unas semanas un viejo Amigo me sorprendió con su visita, no por la visita en si, sino porque en esta oportunidad venía con una bolsa bajo el brazo. De la misma extrajo una especie de escudo tallado a mano en el cual se hacía firme un cuerno de Huemul. 

 


Me contó brevemente que en el año 1992 este regalo había sido dado por un puestero argentino de nuestra solitaria Patagonia en ocasión de que la Posta “Lago del Desierto” realizara una travesía en el sitio homónimo (y del cual tomaron su nombre).



El presente, había sido atesorado por mi amigo hasta este momento, y habiéndose enterado que tenemos en preparación un museo scout de nuestro Grupo, creyó conveniente que fuera un objeto más de la larga lista que tenemos para recordar historias, hitos, y momentos especiales de la basta trayectoria de los Scouts Navales.


Con la agradecidísima aceptación del elemento cedido, me dispuse a buscar un viejo informe de aquella travesía para tratar de revivir esos momentos tan especiales para nosotros, los Scouts Navales, y para toda nuestra querida Patria.


Habiendo encontrado una copia del tan preciado informe, replico a continuación una parte del mismo, en el cual aparece Tito, que es el hacedor del escudo que dispara este relato. 

 

Raid Lago del Desierto

La Partida

El día 9 de enero, la Posta se reunió temprano en la mañana en las instalaciones de la Agrupación Scout. Desde allí partió, acompañada de familiares y dirigentes scouts rumbo a la Aeroestación Comandante Espora.


El grupo que encararía la realización del Raid estaba compuesto por los dirigentes Diego Garayzar y Guillermo Pradella, y los Scouts Mayores Esteban Acosta, Martín Alderete, Walter Arias, Gerardo Balbarrey, Alejandro Dugscher, Javier Garayzar, Oscar Guevara, Fernando Grilloni y Gabriel Zapata.


Luego de una breve espera en los salones de la Aeroestación, los muchachos abordaron el avión naval, que minutos después (a las 09:30 hs.) decolaba rumbo a Rio Gallegos.

 

La Comisión Científica

Durante el desayuno del dia 10 de enero, aún el viaje en avión era tema de comentario. Dentro de las experiencias recogidas durante el vuelo, una de ellas nos llamó la atención de manera especial. Uno de los muchachos había estado conversando con uno de los pasajeros, quién comentó que pertenecía a una comisión científica que realizaría durante el mes de enero observaciones de distinta índole en la zona del Lago del Desierto. El tema no despertó mayores expectativas y quedó solo a nivel de curiosidad.


Ese mismo día, mientras curioseábamos dentro de un “free shop”, en el centro de Río Gallegos, una voz grave que provenía de la entrada anunció a toda la clientela “¡Estos son los Scouts Navales, están en todas partes!” y dirigiéndose a nosotros “-Nos volveremos a encontrar en el Rio de las Vueltas”.


Ya habían transcurrido ocho días de estos episodios, y el escenario era diferente. El día dieciocho, por la mañana, mientras secábamos nuestros cuerpos, luego de cruzar el Paso Rodríguez (donde se produce la confluencia de los ríos Milo y De Las Vueltas), divisamos que por la otra margen se acercaba un grupo de personas a caballo. Nuestra sorpresa no tenía límites, cuando descubrimos que tres de los jinetes eran los científicos de la nombrada comisión. Venían acompañados por tres gendarmes (uno de ellos el Subalférez Aguirre a cargo del Grupo “Lago del Desierto”) también a caballo, y dos mulas de carga con equipo científico. El encuentro fue breve, lo suficiente para una rápida presentación e intercambiar algunos datos sobre el estado del camino con el personal de Gendarmería Nacional. Todo hacía preveer que a partir de ese punto nuestros caminos estaría ligados de una manera muy especial.


El día 19 de enero por la tarde, estábamos ya recorriendo la última etapa de nuestro camino a la margen norte del Lago. Haciendo un esfuerzo para cumplir con los plazos que habíamos determinado, arribamos al lugar de emplazamiento del Grupo Lago del Desierto de Gendarmería Nacional a las 22:00 hs. Por supuesto, no podían estar ausentes en la bienvenida el Licenciado Carlos A. De Jorge, y los Doctores Alfredo Siragusa y Horacio Camacho (tal los nombres de los catedráticos).


Durante los días que compartimos en las instalaciones del Grupo, mucho fue lo que aprendimos, ya que los Doctores (que vertieron en todos los casos sus conceptos con extrema claridad), dictaron cátedra de geología, geografía, hidrología, truco y ajedrez.


El día 21 tuvimos una entrevista con el Licenciado De Jorge, quién nos comentó ampliamente los propósitos de su visita. 


Los tres profesores integraban una Comisión que realizaba una campaña científica en el área de Lago del Desierto y El Chaltén, promovida por la Sociedad Científica Argentina, de finalidades estrictamente científicas, se deseaba dilucidar una serie de incógnitas geológicas, meteorológicas, hidrológicas, limnológicas, geográficas, climáticas y edáficas, debido a que la información que existe de la citada región es escasa. La expedición contaba con el apoyo de Gendarmería Nacional, la Armada Argentina, el Gobierno de la provincia de Santa Cruz, el Servicio de Hidrografía Naval (que facilitó el instrumental científico), y de la Sociedad Científica Argentina.


Los días anteriores habían recogido datos hidrológicos sobre la margen derecha del Rio de las Vueltas (caudal, temperatura y PH de las aguas) y en la margen izquierda del Lago del Desierto realizado sondaje en cuatro sectores, hallando una profundidad máxima de 105 metros.


Restaban realizar nuevos sondeos, y sobre todo mediciones de temperatura del agua en profundidad para ubicar la existencia de una termoclina que confirmara la denominación de “lago” del espejo de aguas.


De todas maneras, por las observaciones que ya se habían efectuado hasta ese momento: color de las aguas, extensión, profundidad y régimen de alimentación de los tributarios, podía afirmarse que estábamos en la presencia de un lago y no de una laguna.


Habían además remontado el Rio Diablo hasta la Laguna Diablo (próxima a la frontera con Chile) realizando perfiles geomorfológicos. El Dr. Camacho realizaba una muy fructífera recolección de muestras de rocas y fósiles para poder efectuar una geocronología de la zona.


No faltaron las observaciones sobre la fauna y flora (que difieren a las realizadas dentro del área de Cocovi y Lago San Martín aunque no se habían observado guanacos ni choiques). Nos comentó que no se encuentran truchas en el Lago del Desierto (no llegan debido a que no pueden salvar los saltos de agua), pero que se habían observado alevinos rio abajo (De Las Vueltas), en las confluencias con los ríos Blanco y Eléctrico.


Habían realizado también observaciones sobre el comportamiento de las masas de agua y de los glaciares que se encuentran en la zona.


Resta aún el trabajo de laboratorio y de gabinete que dejará como resultado una publicación donde se divulguen estas observaciones preliminares, y fundamentalmente las potencialidades del área del valle del Rio de las Vueltas hacia El Chaltén, la horticultura, producción de frutas finas, etc. Consideró importante que todos los argentinos se den cuenta que esto no es un desierto, sino que tiene precisamente todas estas riquezas que sólo esperan que las desarrollemos.


El dia 21, partimos por la mañana, hacia la margen sur del lago donde pasaríamos el resto del día en la cabaña de la Estancia Lago del Desierto. Ya el 22, antes de emprender la marcha rumbo a Laguna Cóndor, volvimos a encontrarnos con nuestros amigos. Habían cruzado el lago en lancha y esperarían allí por el personal de Gendarmería que traía los caballos por el sendero. Ese mismo día nos encontraríamos a las 17:00 hs en Paso Rodríguez, donde gracias a los equinos, nos ayudaron a cruzar debido a la importante crecida que había tenido el rio en los últimos días.


A partir de allí volvimos a compartir mesas de truco y charlas de café (donde nos tenían al tanto de los resultados obtenidos en las investigaciones) en El Chaltén, una excusión de compras (ya que luego de un viaje todos los familiares claman por recuerdos) por el centro de El Calafate, la espera previa al embarque en el aeropuerto de Rio Gallegos, y también el viaje de regreso en avión el dia 31 de enero.


Sobre la pista de la Aeroestación civil Comandante Espora se produjo la despedida, luego de haber compartido con ellos nuestra travesía, no sólo en cuanto a los momentos en que estuvimos juntos, sino también (salvando algunas diferencias) en lo que a objetivos se refiere.

Tito Ramirez: La presencia Argentina en Lago del Desierto.

Nuestro primer encuentro se produjo el dia 17 de enero a las 15:30 hs, cuando camino a la margen sur del Lago del Desierto, encontráramos un puesto de estancia. Enseguida los perros comenzaron a ladrar anunciando nuestra presencia, y “el riojano”, salió para recibirnos.


“¿es este el puesto Lara?”, preguntamos. “-Si, pero Lara no se encuentra, ya que fue hasta el pueblo por provisiones” fue la respuesta obtenida. 


Quien nos estaba recibiendo era Héctor “Tito” Ramírez, puestero de la estancia Lago del Desierto, cuya cabaña se encontraba en la margen sur del lago, nuestra próxima escala.

Entramos a la “casa” de Lara, construcción muy prolija de troncos, con un tinglado, una gran cocina y la habitación. Compartimos nuestros primeros mates con habitantes de la zona del Lago del Desierto, y él nos comentó que con otros dos muchachos de la policía de la provincia, estaban llevando un arreo de ganado a El Chaltén, que íbamos a encontrar su cabaña abierta (según es costumbre de los pobladores de la región), y que podíamos esperarlo allí hasta su regreso en uno o dos días. Nos indicó también la ubicación del árbol junto al cual había sido muerto el carabinero Merino Correa en el año 1965, y luego nos informó sobre el estado del camino y el cruce de los ríos.


El dia 18 por la tarde, unos dos kilómetros antes de llegar a la margen sur del Lago del Desierto, nos volvió a encontrar, cuando volvía ya del arreo, y al arribar nosotros a la cabaña, ya tenía la pava con el agua a punto para reconfortar nuestros cansados cuerpos con unos buenos amargos.


Allí comprobamos que todas las referencias que teníamos sobre su amabilidad en el trato y su buena predisposición para con los visitantes no alcanzaba a describir su afable personalidad. Como de metro setenta y cinco, abundante cabellera y barba castaño rojizas y unos enormes ojos azules, demostraba una cultura envidiable en su manera de decir que no hacía sospechar que sólo había cursado la escuela primaria hasta tercer grado. Había logrado un grado de alfabetización que le permite leer y escribir, expresando con claridad sus sentimientos en el papel. (y nos regaló un poema)


La vivienda es simple. Construida en troncos, su solidez llama la atención. Se ingresa por una amplia sala, donde se puede ver siempre prendida la cocina a leña, detrás de la cual se ubica el leñero. Una mesa, bancos y dos grandes alacenas completan el mobiliario. A la derecha, una pequeña habitación con una cama y un cuartito donde guarda los comestibles.

Hacia la izquierda una amplia pieza con tres camas y un armario, un grabador y reproductor de casettes con una variada “casetteca”. Sobre la pared un cuerno de huemul colocado sobre una madera tallada del cual pende un banderín de la Universidad Nacional del Sur, testimonio de la presencia (el 31 de diciembre de 1991) de la delegación de ese centro de estudios.


Allí, invitamos a “Tito” a cenar unos capeletinis con salsa de tomate, parte de nuestro menú de campamento. Luego tuvimos en la sobremesa la oportunidad de intercambiar opiniones sobre el tema del arbitraje que pende sobre la región, y a recoger su historia y sus experiencias de vida.


Riojano, nacido hace 35 años, vive en Santa Cruz desde los 19 y específicamente en la zona del Lago del Desierto desde hace unos tres. Sus años de vida en la provincia lo hacen amarla de manera muy especial, sobre todo teniendo en cuenta que el medio de vida lo lleva a un contacto muy íntimo con la naturaleza del lugar, fundiendo sus sentimientos con la esencia misma de la tierra que trabaja, y de la cual se siente orgulloso.

Antes de partir le entregamos un banderín de nuestra Agrupación con nuestras firmas y dedicatorias. Héctor nos obsequió dos de sus más preciados tesoros: el cuerno del huemul (especie en extinción), y la bandera que estos últimos años flameó consolidando la presencia Argentina en el Lago del Desierto.


Dejamos la bandera nacional que nos acompañó durante el viaje, realizando una formación donde efectuamos el cambio de pabellón en la pequeña plaza aledaña a la cabaña, cercada y con un extraordinario césped que sería la envidia de cualquier parque de ciudad.


El emocionado grito “¡Servir!” fue el más fuerte de los escuchados hasta ese momento del viaje, lo que hacía pensar que nos habíamos contagiado al menos algo de ese sano patriotismo del que hablamos.


La partida no fue fácil. Ya que ninguno de nosotros volvería a ser el mismo. Aprendimos el verdadero valor de poder compartir nuestras vidas con familiares, amigos, conocidos y vecinos. Porque ahora sabemos que existen Argentinos que hoy están escribiendo: “siempre con la esperanza que podía llegar alguien, pero pasaron días y días sin ver un alma, y ahí yo solo, perdido en la inmensidad de los campos de esta tierra lejana…”

 

Raid “Lago del Desierto

He aquí algunas de las experiencias vividas durante la expedición.

Paso Rodríguez

Una de las preocupaciones más grandes durante la preparación previa al raid y que demandó nuestra especial atención, fue el cruce de los ríos. Por las características propias del relieve de la zona a recorrer, deberíamos salvar varios de estos obstáculos. Especial era el caso del Rio de las Vueltas que corta la senda en varios puntos.


La información recogida de personal de Gendarmería Nacional en Bahía Blanca nos aseguraba un conocimiento completo de la característica de los ríos, y un curso práctico que nos brinda personal de instrucción de la Escuela de Tácticas Especializadas de la Base de Infantería de Marina Baterías nos daba la tranquilidad de estar bien preparados.


El día 16 de enero, por la tarde luego de bordear la Laguna Cóndor, llegamos al puesto de la Estancia de “Pirulín” Gómez. El señor Gómez no se encontraba en su cabaña, por lo que no podíamos contar con su conocimiento de la zona. Fue nuestro primer encuentro con el Río de las Vueltas. Sólo teníamos las indicaciones dadas por la gente de Gendarmería. Podíamos cruzar el río en ese punto y seguir hasta el Grupo “La Florida” de Gendarmería Nacional o bien continuar sobre nuestra margen hasta el próximo puesto de estancia y vadearlo más adelante en el “Paso Rodríguez”.


El río era ancho en ese lugar. Si buscábamos pasos más angostos, la velocidad del agua era tan elevada que hacía suponer que el lecho estaría socavado aumentando la profundidad. La baja temperatura del agua (que se origina del deshielo de las cumbres) hace que no podamos mantener un brazo bajo el agua por más de veinte segundos. Esto nos hace temer la posibilidad de no poder realizar los cruces, condición imprescindible para seguir en camino.


En este primer encuentro, sólo postergamos nuestra confrontación con el río ya que decidimos seguir por el sendero hacia Puesto Lara.


Ya el 17 de enero, a pocos minutos de la partida desde Puesto Lara, nos encontramos con un pequeño tributario del río de las vueltas que planteaba un desafío ineludible. Angosto, de unos siete metros, rápido. A nuestra derecha un alambrado no muy seguro cruza el brazo a metro y medio de altura sobre el agua. Nos ponemos a trabajar. El Jefe de Posta cruza por el alambrado, con el arnés puesto y el mosquetón recorriendo el hilo superior. La dificultad radica en que en cada varilla hay que soltar el mosquetón y asegurarlo al otro lado mientras uno debe sujetarse con la otra mano del alambre. El alambrado se balancea, quedando a veces el cuerpo horizontal en el aire. Al llegar a la otra orilla, el hilo inferior, que servía para caminar sobre él, se corta, inutilizando su uso como puente. Tendemos la soga. Arneses, mosquetones, mochila al hombro. Uno a uno vamos pasando. El frio duele, el agua nos llega a la cintura. De alguna forma comprendemos lo que sufrieron nuestros muchachos de Malvinas, los pilotos caídos en el mar, los marinos del Belgrano. Al cabo de media hora todos habíamos cruzado. Nos secamos y continuamos el viaje. La primera batalla había sido ganada.


Por la noche llegamos a “Paso Rodríguez”. Allí se unen los ríos Milo y De las Vueltas. El paso es ancho, de unos 35 metros. El camino termina en una playa de piedras que separa el río de un espeso bosque. El cauce está dividido en dos por una pequeña y alargada islita pedregosa. A nuestra izquierda, antes de la confluencia, la “isla de Meditación y Suplicio”, según indica un cartel que alcanzamos a leer desde nuestra orilla.


Decidimos acampar en el bosque, para comer y recuperar energías, e intentar el cruce a la mañana siguiente. Nubes de mosquitos que provienen de las zonas bajas, inundables, nos acosaban constantemente. El uso de repelente alcanza solo para reducir la molestia. Un fuego trinchera, polenta y sopa, un refugio de troncos para cortar el viento frio que viene del rio. Luego de la cena y ya oscureciendo (eran las 23:30 horas), la orilla del rio invitaba a la reflexión. Un fuego, el ronronear del agua, la luna llena sobre el bosque y al fondo los picos nevados enmarcaban nuestras oraciones.


El día 18, intentamos el cruce a las 08:00 hs. Guillermo entra primero, soga a la cintura y una sonda improvisada con una rama. Cruza fácilmente hasta la pequeña isla. Lo seguimos. Hasta ese momento no nos habíamos mojado más arriba de las rodillas. Guillermo intenta seguir en el segundo paso. El agua le llega a la cintura y sigue subiendo. La corriente lo arrastra. Retorna. Apenas si puede regresar. Los pies se le entumecen por el frio. La rodilla se endurece y regresa instintivamente. No puede caminar. Ya afuera, Javier (uno de nuestros enfermeros) le hace masajes en las piernas. Regresamos al punto de partida. El Jefe de Posta renuncia al intento por otro sector.


Prendemos fuegos para secar las ropas, calentar nuestros pies helados y analizar la situación mientras disfrutamos de unos mates.


A la hora divisamos por el sendero a dos muchachos y una chica que se nos acercan. Vienen de El Chaltén. Uno de ellos es delegado del Consejo Agrario Provincial, y está acompañado por un guía  de montaña y su hermana. Iban a Lago del Desierto para realizar un seguimiento de huemules en la región, una de las especies autóctonas en peligro de extinción. Nos indican que el paso está más a la izquierda, en diagonal, casi rozando la Isla de Meditación y Suplicio. Les prestamos una soga, se aseguran por la cintura, y mientras nosotros sujetamos el extremo, inician el cruce. Para nuestra sorpresa el agua solo les llega a la cintura.


Una vez que alcanzan la orilla, nos saludan y continúan su marcha. Inmediatamente recogemos nuestros equipos. El Jefe de Posta adelante, la cuerda atada a la cintura, a cada metro hacemos una agarradera y en hilera vadeamos “Paso Rodríguez”. Luego de la mitad vemos, a través del agua increíblemente transparente, el lecho pedregoso. El cruce nos insume unos siete minutos.


Comenzamos a secarnos cuando aparece un pequeño grupo de gendarmes a caballo con tres científicos de la Sociedad Científica Argentina, rumbo a Lago del Desierto. Nos dan algunas indicaciones y siguen al galope por una senda angosta. Nosotros descansamos solo unos minutos y continuamos el camino.

El Regreso

Ya de regreso, llegamos a “Paso Rodríguez” el 23 de enero a las 15:00 horas. Una primera vista al río confirmaba lo que nos había comentado el personal de gendarmería. Debido al deshielo, había crecido. La islita pedregosa había sido cubierta por las aguas y la corriente se veía más veloz. Descansamos diez minutos, nos cambiamos para el cruce, y con el Jefe de Posta en la avanzada intentamos alcanzar la otra orilla.


En una primera etapa llegamos donde unos días antes había estado el islote. Ahora el agua nos llegaba allí a la pantorrilla. El próximo paso era más difícil. Guillermo, más alto, intenta avanzar. El resto sostenemos fuertemente el cabo. La corriente es intensa y la profundidad mucha. No lo logramos.


Cruzamos hasta la “Isla de Meditación y Suplicio” y allí encendemos un fuego  para secar ropas y equipos. Debemos esperar a que, según lo coordinado, el grupo de Gendarmería que transportara a los científicos de regreso, pasara por allí con caballos. Tenemos tiempo de dormitar hasta que lleguen. A las 17:10 los caballos surgen del bosque. Los científicos, Soto, el “Pingüino” y el “misionero”, todos a caballo más una mula de carga, cruzan por el paso. El agua llega al pecho de los equinos y moja  los pies de los jinetes.


Regresan a caballo hasta la isla y cruzan de a dos nuestras mochilas. En el último viaje llevan el extremo de la cuerda. El Jefe de Posta y Guillermo sostienen la soga en la mitad del río. Del otro lado gendarmes y profesores. Uno a uno, agarrados del puente, los muchachos vamos cruzando. Una vez atravesada la parte más profunda, de unos seis metros, volvíamos a hacer pie y llegábamos a la orilla caminando. El último de los scouts en cruzar es Javier. Solo son dos los que sostienen la soga. La fuerza de la corriente hace que el esfuerzo se incremente en forma tal que el lecho de piedras cede bajo los pies que buscan “clavarse” en él. Es imposible ahora que una sola persona sostenga el cabo sin riesgo de que la corriente lo arrastre. Soto, con un percherón moro, cruza y ata la soga a la encimera. El caballo se resiste a seguir en el agua, así que Diego y Guillermo se apuran a pasar. El moro se retoba. Se le hielan las patas, pero es un criollazo quien lo domina, lo tranquiliza, lo saca del agua.


Ha sido una jornada durísima. Agradecemos a nuestros amigos. Sin su ayuda hubiera sido imposible cruzar. Le convidamos unos caramelos. Siguen camino. Nosotros encendemos un nuevo fuego para secarnos lo suficiente como para partir de inmediato.


De esta manera superábamos el último gran escollo. Habíamos vencido al río, fundamentalmente en base a conocimiento y respeto.   

 

Tortuga Alegre


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