Ejercicios Matinales
Hace algunos años, se realizó el campamento anual en la laguna La Salada, cercana a Pedro Luro, y como yo hacía unos meses que había empezado a trabajar en Puerto Belgrano, no tenía vacaciones; entonces me iba al lugar de campamento los viernes a la salida de mi trabajo, a dedo hasta el domingo a la tarde que tomaba el micro en la ruta para volverme.
Esto lo hice los tres fines de semana que duró el evento.
Las noches que estuve en el campamento dormí en distintas carpas o lugares, según me invitaban.
Una de las noches, muy cálida y serena, avisé a la guardia y me fui a dormir a unos cincuenta metros del campamento, en la lancha “Tortuga” de los scouts navales que estaba en la laguna, anclada en tierra. Coloqué una camilla en el piso de la lancha y como me molestaba el tanque de nafta, lo dejé en tierra junto a los remos y un salvavidas circular. Puse mi bolsa de dormir sobre la camilla y me metí adentro durmiéndome instantáneamente acunado por el vientito que mecía la lancha.
En determinado momento me desperté al sentir que el casco de la lancha golpeaba contra algo, y… ¡que sorpresa! cuando al sentarme en la lancha, empecé a mirar la costa y no reconocía nada de aquel lugar. Estaba del otro lado de la laguna, sin tanque de nafta, ni remos, y “sin ancla”.
Eran cerca de las cinco de la mañana, y como ya estaba despierto y despabilado, emprendí el regreso siguiendo la costa con la lancha a cuestas arrastrándola con el cabo del ancla.
Este viaje me demandó como una hora, y todavía no se quién fue el gracioso que me desato el ancla y empujó la lancha para que el viento la arrastre.
(del libro Anecdotario de Norberto D. Argüello)